Hace tiempo que Carros de Foc estaba en la lista de
mis proyectos de monte. Este año, decidimos quedarnos en el Piri durante el
verano. Después de Lintza y Ayous con hijos, nietos y amigos a principios de
julio y agosto respectivamente, tocaba Carros de Foc en septiembre. Empecé a
preparar el recorrido en abril, decidiendo hacerlo en ocho días a fin de poder
gozar al máximo de un rincón del Piri que me imaginaba espléndido.
A principios de mayo, los siete refugios de la vuelta
estaban reservados en la Web de Carros para mi compañero Larry y yo, y Bernard
y Danièle, nuestros amigos conocidos en Nepal y con quienes hemos andado también
en los Alpes, en la Isla de la Réunion y en Parques Nacionales de EEUU. Íbamos
a dejar el coche en Pont Ressac de Artíes y pasar por Restanca, Ventosa, Estany
Llong, Colomina, Josep Blanc, Mallafré y Saboredo.
Salimos desde casa el día 5 de septiembre por la
mañana, llegando a Restanca por la tarde, después de una subida tranquila de
600 metros de desnivel en dos horas.
Llegando a Restanca
El segundo día, en cinco horas, llegamos al refugio
de Ventosa, situado en un magnífico paraje, como suspendido encima del lago
Estany Negre.
Dos fotos de nuestro amigo Bernard
En el refugio de Restanca
El tercer día, el sábado 7, salimos los cuatro, a
las 8, después de una buena noche en un simpático ambiente montañero.
Una
vez bordeado el precioso lago Estany
Grande de Colleto, empezó para mí una verdadera pesadilla! Cómo hubiera podido
imaginar que casi toda la subida al collado de Contraix, casi mil metros de
desnivel, era un “camino” de enormes boulders, con cairns posicionados con
total anarquía! A pesar de la paciencia y la inmensa ayuda de mi compañe ro, no conseguía
avanzar. Salvar cada roca me suponía un esfuerzo superior a mis capacidades
físicas, sabiendo que había salido con una rodilla que pensaba curada de un
derrame sinovial.
Antes de salir, había comentado a varios amigos que
íbamos por fin a andar por Carros… “Qué suerte, Miren! Está genial...” “Es lo
más bonito del Piri...” “Es increíble...” Una sola amiga Blanki me dijo: “Hay
un día horrible, con rocas enormes. -por dónde? -no me acuerdo exactamente.” Y
no le di más importancia porque no había encontrado ningún relato describiendo
esta etapa en ninguna web consultada. Pues si Blanki no se acordaba dónde era,
sí que yo me acordaré que es al subir al Contraix y lo más duro es que por el
otro lado del collado, la pesadilla seguía. Llegamos al collado a las 7 de la
tarde… más o menos estando a la mitad del camino… una locura...
La subida desde el collado
Son las 7 de la tarde, y nos espera la bajada...
A las 9 de la noche, tuvimos que sacar nuestras
linternas andando lentamente de un cairn al siguiente. Al cabo de un rato, nos
dimos cuenta de que habíamos perdido el camino. Nos dimos la vuelta gracias a
la ayuda del GPS y a lo lejos vimos de nuevo un hito amarillo que marcaba el
camino de bajada al refugio. Eran las 10 y todavía quedaba mucho camino en
plena noche para llegar al refugio de Estany Llong. Llevábamos catorce horas
andando… estábamos muy cansados… no había cobertura… nos imaginábamos la
inquietud de nuestros amigos Danièle y Bernard al no vernos llegar…
Fue hacia las 10 y cuarto cuando vimos, subiendo a
lo lejos, tres luces. En quince minutos, estaban a nuestro lado nuestros
salvadores con dos mantas al cuello, Xabier y Norma, los dos guardianes del
refugio y la tercera luz, los ojos de su perro. Seguimos bajando lentamente con
su ayuda otras tres horas. A la una de la madrugada, Xabier nos enseñó una
cueva donde instalar un vivac dejándonos un talkie-walkie, las dos mantas y un
termo de té caliente que nos supo a gloria a las 7 de la mañana, después de
seis horas temblando de frío y yo con una rodilla muy dolorosa. Todo esto con
la inmensa suerte de una noche sin nubes con un bonito cruasan de luna,
sabiendo ahora que dos noches más tarde, iba a nevar.
7 de la mañana, en el vivac
Xavier nos llamó a las 7 de la mañana, ese domingo 8 de septiembre: “¿Podéis seguir bajando o llamo a los bomberos?” Le contesté que bajábamos aunque estando todavía tumbada, no sabía si mi rodilla iba a responder. Pues aguantó hasta el refugio de Estany Llong unos 300 metros de bajada, pero sin mochila porque nuestro amigo Bernard había subido a nuestro encuentro.
Saliendo del vivac
Ya en el refugio, nos reunimos con Danièle que nos
contó la movida de la víspera en el refugio al ver que faltábamos. Y nos
abrazamos con Xabier y Norma… la emoción fue inmensa… y todavía hoy,
escribiendo estas líneas, la emoción me invade...
Teníamos ahora que decidir cómo seguir, sabiendo
que yo casi no podía andar. ¿Nos separábamos? Es en momentos así, tan difíciles,
que una siente el valor de una verdadera amistad. No hubo ni que hablar, ni que
discutir los pros y los contras. Me tuve que tragar la inmensa culpabilidad que
me invadía y que me costó días en evacuar. Danièle y Bernard habían decidido
que íbamos a seguir juntos los cuatro, cambiando por supuesto el planning de
los días siguientes, hacia un programa más cultural.
Del refugio de Estany Llong, me costó una hora y
media, por una pista, llegar hasta la carretera donde encontramos un taxi que
nos llevó al pueblo de Boí. Nos instalamos en el hotel en frente de su iglesia,
joya del románico. Ver a mi compañero y a mis dos amigos gozar de unos ricos
pinchos, cena y buen vino me ayudó a aceptar esta inesperada situación.
Al día siguiente, lunes, cogimos un autobús que
pasando por Vielha primero, nos dejó en el pueblo de Artíes, desde donde
Bernard pudo subir al Pont Ressac a recuperar nuestro coche. De allí, fuimos al
pueblo de Espot desde donde un taxi nos subió al lago de Sant Mauricio, al pie
de los Encantats. Tuvimos la suerte de tener sitio y cena en el pequeño refugio
de Ernest Mallafré, cerca del lago, refugio que teníamos reservado para el día
siguiente.
Lago de Sant Mauricio, al pie de Los Encantats (foto de Bernard)
Larry con nuestras dos mochillas, llegando al refugio de Ernest Mallafré
Al despertarnos el martes, encontramos el monte blanco de nieve. El guardián, un chico encantador, llamó a un taxi que pudo subir hasta la puerta del refugio. La aventura montañera se acababa aquí.
De
Espot, fuimos a pasar otra noche en Vielha, cenando en el simpático y acogedor
restaurante Urtau, al abrigo de un tiempo de perros en las afueras. Y al día
siguiente, el miércoles 11, antes de reunirnos a la noche en Pointis, cerca de
Saint Gaudens, en casa de Jean-Pierre, el presidente de nuestra Asociación
France-Nepal, con algunos amigos de nuestros treks del Nepal, hicimos la Ruta
del Románico, visitando los pueblos e iglesias de Vilac, Vilamos y Bossòst.
Bossòst (foto de Bernard)
A nuestra vuelta a Donostia, no pensaba escribir en
mi blog la historia de estos días que me dejaron una mezcla de varios
sentimientos... tristeza, culpabilidad, irresponsabilidad, miedos... Me costaron
muchas noches antes de evacuar pesadillas de rocas enormes, agujeros, caídas,
accidentes, muertes... Pero hace unos días, mi necesidad de escribir se volvió
muy fuerte y empecé a escribir este texto sin parar durante horas. Aquí lo tenéis...
hoy en día, llevo semanas sin andar intentando superar y curar mi derrame
sinovial, mirando mis queridos montes desde lo lejos y pensando en futuros
proyectos más razonables para el 2020...